2024-04-28

AstroNotas

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Vestigios de estrellas

Nebulosa del Velo

DE LAS SIMILITUDES QUE SE PUEDEN encontrar entre las estrellas y los seres vivientes, hay una que salta, inmediatamente, a la vista: ambos nacen y mueren. Cierto es que el desarrollo de este proceso es distinto en unos y otros, pero he ahí una clara coincidencia. Otro paralelismo aparece en otra dimensión, más allá de su existencia, o sea, después de la muerte: de la misma manera que los seres vivientes que existieron hace miles y millones de años atrás han dejado fósiles como evidencia de su pasado, así mismo las estrellas dejan sus señales. El aspecto de esas huellas depende, en principio, de la cantidad de masa que tenía la estrella al momento de iniciar el período que la lleva al colapso. Por eso, son distintos los objetos que se pueden producir como resultado de su defunción.

El patrón o modelo de comparación que se utiliza como unidad de medida de la cantidad de masa en una estrella es nuestro propio Sol. En otras palabras, un sol (cuyo símbolo es M) equivale a (1.98847±0.00007)×1030 kg, que es la masa de nuestro astro. Si, al momento en que la estrella ya haya hecho reaccionar todos los elementos que le servían como combustible para generar energía y se haya producido hierro en su interior, esta aun mantiene cierto límite de masa (aún se debate la cantidad aproximada), la fuerza de gravedad hará que la estrella colapse hacia el interior (implosione), lo que luego ocasione que ese material “rebote” y la estrella explote como una supernova. En cambio, si la estrella cuenta con una masa inferior a ese límite, otros mecanismos (entre ellos, el viento solar), harán que pierda sus capas exteriores y solo quede la parte central, muy densa, que se convertirá, entonces, en una enana blanca.

Estos procesos de la evolución estelar son mucho más complejos e interesantísimos de lo que aquí han quedado expuesto; y mucho más: tampoco terminan ahí. Sin embargo, eso es suficiente para nuestro propósito, pues cuando la estrella haya liberado una cantidad de material al espacio, con el paso de los años (en el orden de los miles), vendrá a ser observable: en el primer caso, como un remanente de supernova, y en el segundo, como una nebulosa planetaria. Durante las próximas noches de otoño, tendremos la oportunidad de observar varios de los mejores ejemplos de estos objetos, entre los que se destacan la Nebulosa del Velo (“Veil Nebula”), en Cygnus, y M27, la Nebulosa de las Pesas (“Dumbbell Nebula”), en Vulpecula.

La Nebulosa del Velo fue descubierta, en 1784, por William Herschel. Varias de sus partes han sido catalogadas con distintos números, y las más tenues nunca han recibido uno. Su gran tamaño (aproximadamente, más de 3° a la redonda) no permite que pueda observarse en su total extensión utilizando telescopios. Esta nebulosa es fácil de localizar debido a que su parte más brillante, NGC 6960, está justo detrás de la estrella 52 Cygni, de cuarta magnitud. (Esta estrella forma un triángulo con Zeta <ζ> y Épsilon <ε> Cygni, las dos estrellas que marcan el ala sur del cisne).

Nebulosa del Velo, NGC 6960
NGC 6960, Nebulosa del Velo, en Cygnus.

NGC 6960 (A.R. 20h 45m 38.0s , Dec. +30° 42′ 30″ ) resulta extremadamente tenue en un telescopio de 6 pulgadas de apertura, y puede que sea imposible visualizarla en uno de 4. Sin embargo, se dice que se puede ver, con dificultad, en binoculares 7×50 (¿alguien se ha aventurado y puede confirmar?). Si se usa un filtro nebular de banda estrecha (“narrowband”), esta porción resalta sobresalientemente, y podría ser que fuese observable en telescopios de 4 pulgadas. Con el filtro y el telescopio de 6″, se ve como una nubecilla larga que cruza el campo de visión de lado a lado (si el ocular proporciona un campo de no menos de 1°). La estrella 52 Cygni se localiza justo al centro y al borde occidental de esta parte de la nebulosa. El extremo más luminoso es el que se encuentra al norte de la estrella; este toma una curva en un punto donde se sobrepone otra pequeña estrella. El extremo sur, por el contrario, es más tenue y ancho, lo que hace que se confunda, delicadamente, con el espacio profundo.

NGC 6992-5, Nebulosa del Velo, en Cygnus.
NGC 6992-5, Nebulosa del Velo, en Cygnus.

NGC 6992–5 (A.R. 20h 56m 24s, Dec. 31º 43′ 00″), que es la otra porción de la nebulosa que es relativamente fácil de observar, está localizada a unos 2° al este de la anterior. Esta requiere más paciencia para detectarla, pues es un tanto más larga, ancha y tenue. Aun con el filtro y el telescopio de 6 pulgadas resulta relativamente difícil, aunque una vez la vista se adapta a su apariencia, es más fácil verla. NGC 6992, el extremo más brillante, se encuentra en la región norte del campo de visión el ocular, y contiene una estrella muy tenue cerca de su centro. NGC 6995, la parte más hacia el centro y extremo sur, es menos brillante, pero más amplia, confundiéndose sutilmente con el fondo oscuro. En este extremo es que, en telescopios de mayor apertura (sobre las 10 o 12 pulgadas) comienzan a exhibirse los filamentos que caracterizan a este objeto en fotografías.

Un fondo estrellado se une a la Nebulosa del Velo para convertirla, en mi opinión, en una de las vistas más espectaculares de todo el cielo nocturno. Pero ninguna de esas estrellas parece ser la que ilumina al remanente, pues hasta el momento ha resultado difícil identificar, con certeza, cuál fue la que generó esta estructura hace aproximadamente 40,000 años.

M27, la Nebulosa de las Pesas, en Vulpecula.
M27, la Nebulosa de las Pesas, en Vulpecula.

Nuestro segundo objetivo, M27, (A.R. 19h 59m 36.340s, Dec. +22° 43′ 16.09″), fue la primera nebulosa planetaria en ser descubierta por Messier, en 1764. (Ese nombre le fue dado más tarde a ese tipo de objeto por el parecido que muchas de ellas guardan con los planetas Urano y Neptuno cuando se les observa con telescopios). A pesar de que la Nebulosa de las Pesas se localiza en la vecina Vulpecula, esta constelación no es tan atractiva como Sagitta, próxima en el área. De hecho, esta última constituye una flecha que casi apunta a M27: la nebulosa se encuentra a unos 3° al norte de Gamma <γ> Sagittae, la estrella de la punta de la flecha.

Fotografía de M27, ligeramente editada para oscurecer el espacio alrededor de la nebulosa planetaria. Original de Stanislav Holub, a través de Telescopius.com.
Fotografía de M27, ligeramente editada para oscurecer el espacio alrededor de la nebulosa planetaria. Original de Stanislav Holub, a través de Telescopius.com.

Una vez se tiene a M27 en el campo de visión, rápidamente se ve su grandiosidad. Por su tamaño y luminosidad, no se necesita un filtro para ver sus numerosos detalles. Sus dos porciones más brillantes son casi simétricas, mientras que las dos menos luminosas, que parecen huecos en la nebulosa, se diferencian un poco: una es más pequeña y cerrada que la otra. Si se usa un filtro nebular, estos huecos se rellenan con una capa de nebulosidad muy tenue, siendo el más pequeño el mejor para detectar. La estrella central de M27 es de magnitud 14, por lo que requiere un telescopio de apertura moderada (sobre las 10 pulgadas) para identificarla con claridad.

Aunque M27 ha recibido el nombre de “Las Pesas” (“Dumbbell”), este es el objeto celeste que más se asemeja a la famosa señal del popular héroe Batman (con un poco de imaginación, claro está). A diferencia de la Nebulosa del Velo, esta planetaria es fácil de observar con cualquier instrumento, incluidos binoculares.

La versión original de este artículo fue publicada en El Observador, boletín de la Sociedad de Astronomía de Puerto Rico. Última edición: Noviembre 2019.

Featured image: Veil Nebula. “Aladin sky atlas” developed at CDS, Strasbourg Observatory, France.

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